El doble crimen del cirujano plástico Guillermo Luna (65) y su esposa, la cosmetóloga Laura Favre (42), fue noticia nacional hace un mes y las caras de los dos acusados de ejecutarlo, Sergio Maydana y su pareja, Flavia Rodríguez, circularon por todos los medios durante semanas. Sin embargo, ya pasaron 27 días desde que la jueza Marcela Garmendia ordenó su captura nacional e internacional, y de ellos nada se sabe, por lo menos hasta ahora. La última novedad es que el jueves pasado un abogado defensor se presentó para ver la causa, según publica el diario El Día de La Plata.
“Estar prófugos sale muy caro”, admitió un investigador policial, “sobre todo en casos tan mediáticos, donde los que los ‘aguantan’ piden más plata por el riesgo o los extorsionan a cambio de no denunciarlos”.
¿El prestamista y la oficial de policía disponían de tantos recursos como para mantenerse ocultos? Aunque probable, eso no es tan cierto como el hecho de que el efectivo se termina pronto (sobre todo en estas circunstancias) y las tarjetas no son una posibilidad, ya que están tan monitoreadas como los teléfonos celulares y cualquier otro dispositivo que ayude a rastrearlos.
Luna y Fravre fueron asesinados a tiros el lunes 22 de agosto dentro de su camioneta Kia Montero negra, que apareció estrellada contra un poste en 490 entre 136 y 137. Por los dichos de testigos y las huellas levantadas en la 4X4, los pesquisas están convencidos de que el hecho fue cometido por un hombre y una mujer, con pistolas calibre 9 y .45 milímetros.
Esa misma noche, o en las primeras horas del martes, Maydana y Rodríguez se fueron de su casa de Hernández con mucho apuro, a juzgar por el revuelo que un amigo pudo ver a través de la cerradura y confirmaron los policías que la allanaron un par de días más tarde.
Además, la pareja dejó a su beba de 5 meses en la vivienda de la madre de ella, en el barrio Campamento, de Ensenada, y escapó en su automóvil Ford Fiesta negro. Lo último que se supo de Rodríguez fue lo que les dijo telefónicamente a sus compañeros de la comisaría de Gonnet que la contactaron el martes (el día siguiente del doble crimen) para preguntarle por qué no había ido a trabajar. Argumentó que le habían robado el arma y estaba amenazada por un tal “Simpson”.
Para el criminalista Raúl Torre, la del doble crimen es la “escena de un hecho que se ha precipitado, desorganizada y no prevista por los agresores”.
Por eso, según dijo, su “idea original fue un hecho de inseguridad callejera, que obviamente exacerbó la violencia. Y obviamente el móvil sería el robo, que puede persistir aún con los agresores que se encuentran bajo sospecha”.
Tampoco descarta como “segundo móvil posible una cuestión personal en la vida de las víctimas”. Pero, más allá de las motivaciones y la mecánica de los homicidios, Torre opinó que para mantenerse prófugos, “además de capacidad económica, se requieren vinculaciones y conocer los métodos policiales de investigación”.
El ministerio de Seguridad bonaerense tiene publicados en su página web 189 prófugos, discriminados por “civiles” (174) y “ex policías” (15). Buena parte de ellos aparecen sin fotos (en muchos casos porque quedan pendientes ruedas de reconocimiento), ni datos de recompensas y sobresalen en número los civiles buscados por homicidios (131 del total).
Maydana y Rodríguez no aparecen todavía en ese sitio, como tampoco figuran sus nombres en una herramienta habilitada para buscar prófugos por las identidades o las causas.
Desde el ministerio no explicaron cuál es la metodología o protocolo de carga de datos, pero fuentes policiales y judiciales que conocen la herramienta deslizaron que “no hay ninguna”.
“En ese portal aparecen los prófugos por los cuales se ofrecen recompensas, algunos de los casos con mucha repercusión o si la publicación la ordenan jueces o fiscales”, reveló una alta fuente judicial. Por ahora, Maydana y su mujer no están en esa suerte de “album” virtual.
Mientras tanto, los rastrean siguiendo las pistas de los celulares, cámaras de seguridad y observando de cerca los movimientos de familiares y allegados. Un pesquisa con experiencia en este terreno confió en que muchos prófugos “caen porque se les termina la plata, pero también porque extrañan (este caso es muy particular ya que dejaron a su beba y es probable que pronto quieran contactarla), por descuido o por cansancio”.
En general los descubren cuando se termina el dinero para pagar el “aguante” en casa ajena, los atrapan en otro delito, porque los delatan o deciden visitar a un ser querido.
Los más precavidos salen de noche o falsean sus documentos, y no son pocos los que logran mantenerse ocultos lo suficiente, como para que los tiempos de la Justicia les garantice la libertad por prescripción de la causa.
Viven con identidades cambiadas y se aprovechan de que el entrecruzamiento de datos entre fuerzas de seguridad es prácticamente nulo.