Cantaba tangos en Europa y ahora lo acusan de ser narco

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Pasó más de 20 años en Europa. Se dedicó a su gran pasión: cantar tangos. Así se ganó la vida hasta que regresó a la Argentina. Ahora, a los 64 años, Carlos Mule está sentado en el banquillo de los acusados porque lo acusan de ser integrante de una banda narco que traficó a Portugal 1200 kilos de cocaína camuflados en tambores con pulpa de pera.

En las últimas horas, Mule, oriundo de Rosario, declaró ante los jueces del Tribunal Oral en lo Federal (TOF) N° 2 de San Martín, en un juicio oral y público donde, además del cantor de tangos, son juzgados el comisario retirado de la policía bonaerense Gabriel Nieves Otero, el empresario de motos Ariel Spadoni, y Fabián Campagna, ex dueño de un restaurante.

Ante los jueces Diego Leif Guardia, Daniel Cisneros y Daniel Petrone y el fiscal federal Alberto Gentili, Mule alegó ser inocente. El cantor de tangos dijo que lo engañaron en su buena fe y afirmó que él puso su nombre para comprar la empresa Belfer Tex SL en España, que se iba a dedicar a comercializar alimentos.

El contrabando de los 1200 kilos de cocaína ocultos en tambores de pulpa de pera burló todos los controles argentinos. La carga se embarcó hacia Lisboa, en Portugal, desde el puerto de Zárate el 9 de noviembre de 2012. Pero no fue descubierta ni por el escáner ni por los perros antinarcóticos de la Aduana. El hallazgo fue hecho por la policía portuguesa.

Un trabajo del juez federal de Zárate-Campana, Adrián González Charvay, con la colaboración de la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la Policía Federal pudo dar con los presuntos integrantes de la organización narco y el depósito de Zárate donde ocultaron la droga en el cargamento de pera.

Carlos Ruvolo, uno de los imputados que falleció antes de ser juzgado, contó la génesis de la historia en su indagatoria. Su versión fue calificada de “inverosímil” por el fiscal federal Fabián Matilla en el requerimiento de elevación a juicio.

Ruvolo, que presidía la firma LTDI SA, contó que una noche de octubre de 2012 estaba en la barra del Hard Rock Café de Madrid tomando una copa. Escuchó hablar a alguien con acento argentino y surgió una conversación bajo las luces de neón.

Ese circunstancial compañero de copas era Mule, quien embriagado en melancolía le confesó -según declaró Ruvolo que buscaba iniciar otra actividad económica y montar una empresa en España porque “estaba perdiendo la voz”. De acuerdo con la versión de Ruvolo, esa noche en Madrid surgió la idea de exportar frutas a España.

Spadoni y Campagna, también oriundos de Rosario como Mule, se alojaron juntos en el hotel Tryp Medea de Badajoz, donde buscaban un galpón para alojar el cargamento de fruta y la cocaína que pensaban enviar dentro de los tambores.

Spadoni era dueño de una famosa concesionaria de motos en pleno centro de Rosario, donde en el allanamiento que realizó la Policía Federal, en septiembre de 2013, se incautaron de más de 40 motos de alta gama, entre las que se encontraba una Kawasaki ZX 10 R, que había dejado en consignación el polémico juez rosarino Juan Carlos Vienna, quien investigó en su momento la causa de los Monos.

Por aquel octubre de 2012 también estaba en Madrid el ex policía Nieves Otero, que según describieron en la causa- compartía los roles de socio y guardaespaldas de Ruvolo, quien en Buenos Aires se movía en un BMW negro. Ese auto siempre era seguido de cerca por un Renault Twingo que conducía el ex policía.

Esta organización adquirió 72 tambores con pulpa de pera en Mendoza para ser exportados por la firma LTDI SA. La carga se acopió en un galpón en la zona rural de Zárate. Tuvieron que abrir los tambores para sacar parte de la pera que había sido adquirida y agregar los ladrillos de cocaína, que estaban envueltos en bolsas que decían “Dos gatos”. Tuvieron que volver a termosellar los recipientes.

El 3 de noviembre la carga fue inspeccionada por la Aduana. Se hicieron pruebas con densímetros y luego con perros antinarcóticos. El resultado fue negativo. No hallaron nada. Seis días más tarde la pulpa de pera se subió al contenedor MWCV5722001 y se embarcó en el puerto de Zárate en el buque Miltiades Junior II, que tras hacer escala en Montevideo arribó a Lisboa el 12 de diciembre. Pero allí los 1200 kilos cocaína fueron detectados entre la pulpa de pera. Tres años después los sospechosos están en el banquillo de los acusados.