Mauro Szeta – Periodista
La idea del libro se remonta a una anécdota. En el año 2008 fui con mi amigo “Merluza” a ver un Estudiantes-Gimnasia, en el Unico. Ganó el pincha y de ahí, como llovía a cántaros, nos fuimos al club Iris a esperar que amainara.
Así las cosas, desde una meza. un hombre mayor nos dijo: “¿ustedes a qué se dedican?”. Le respondimos que éramos periodistas de Canal 13 y TN. Merluza agregó que él era el productor periodístico, encargado de cubrir el juicio a Grassi. Y ahí, la respuesta del hombre fue asquerosa.
Desde su mesa, el parroquiano espetó como si nada: “¿Tanta historia con Grassi?. ¿Quién no se la hizo chupar alguna vez por un cura?”.
Nuestra respuesta no se hizo esperar. “Nosotros no”, dijimos. Esa frase del hombre me quedó retumbando mucho tiempo y me hizo pensar cuánta gente naturaliza el abuso de chicos en manos de curas.
Entonces, Alejandro Horowicz me ofreció escribir un libro para editorial Aguilar. La hipótesis del trabajo fue en dos ejes. Preguntarme primero ¿por qué hay curas abusadores?. La segunda de las preguntas fue ¿Qué hacía la Iglesia ante cada caso de abuso de niños?
Lo cierto es que no hay una respuesta unicausal a por qué hay curas abusadores. Yo pensó que podíam tener que ver con su formación, con el celibato, con sus represiones, con la cultura del no sexo. Pero no hay forma de vincular esto con una conducta delictiva.
Una hipótesis es que se trata de delincuentes sexuales, que buscar ser curas, para entrar a lugares con chicos indefensos y abusarlos.
La otra pregunta tiene una respuesta más contundente. Cada vez que hay un caso de abuso sexual, la Iglesia protege a los curas abusadores. Lo que se detecta es una trama de encubrimiento, de esconder, de ocultar.
En el libro menciono tres causas: el caso Grassi, el caso Mercau y el caso Sasso.
En este tercer caso, cuando se ordenó la detención de Napoleón Sasso por el abuso de cinco chicas en una parroquia de Pilar, sus superiores dentro del ámbito del Obispado de Zárate-Campana, colaboraron para armar un plan de fuga y cladestinidad. Fueron procesados y terminaron con una probation.
El otro punto que abordo es el de las víctimas. Hablo de chicos arrasados, sin identidad. La mayoría de las víctimas son chicos en situación de calle, que buscaron en un cura, un padre sustituto o amparo, y terminaron abusados.
Algunos de esos chicos, pudieron sobrevivir y hasta de grande se juntaron y tuvieron hijos, pero ni siquiera a sus parejas le pudieron contar que eran víctimas de un cura abusador.
Muchos de los abusados se hicieron adictos, otros quisieron suicidarse. Uno de ellos, ni bien se enteró de la libertad del cura Mercau gestionó la compra de un arma, para ir a matarlo.
Los chicos arrasados son eso, chicos sin nada. Hasta sus propios familiares los molieron a palos por haber denunciado a un cura. “¿Qué hiciste hijo?. ¿cómo vas a denunciar al cura?”, le dijo un padre a uno de los denunciantes de Mercau. Este diálogo y la paliza que sufrió el chico, sin dudas, muestra la asimetría entre la Iglesia y sus víctimas. El ejemplo lo dice todo