Quiso defender a su familia de una entradera y lo balearon

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    Jhonatan con su mamá.

    Jonathan Gómez tiene 20 años y una pasión: el fútbol. Juega con la 11 de Boca Social, una escuelita para chicos con discapacidad intelectual de Boca. El domingo a la madrugada, su mamá, una de sus hermanas y sus dos sobrinitas, de 10 y 5 años, regresaban de un festejo familiar en Pacheco cuando fueron interceptadas en la puerta de su casa de Monte Grande por dos delincuentes. Jonathan quiso defenderlas y le dieron dos balazos en la pierna izquierda. Ahora, no saben cuándo volverá a patear una pelota.

    “Jony corrió al ladrón, se pelearon y de golpe veo que le pone el arma en la panza. Ahí le grité un ‘no’ que me salió del alma. Bajó el arma, y le disparó”, cuenta Estela Gabriel desde el hospital Santamarina de Monte Grande donde está internado Jontahan, el menor de sus siete hijos, quien padece un retraso madurativo y todos los sábados se juntaba con sus 53 compañeros de equipo de Boca Social para jugar en las ligas de Almirante Brown y Tigre. “Lo único que me pregunta es cuando vuelve a jugar”, le dice la mamá de Jonathan a Clarín por teléfono, mientras él desde su cama añade: “Uso la 11 pero juego por toda la cancha”.

    Eran cerca de las 3 de la madrugada y Estela, su hija Marianela (de 22 años y que nació con hidrocefalia), su sobrina Estrella (17) y su nietas Agustina (10) y Luciana (5) volvían a su casa de Casacuberta al 1600, del barrio Lauda, en un Chevrolet Agile gris.

    Habían ido a un festejo de una Confirmación en General Pacheco que, en realidad, había comenzado al mediodía, pero como uno de los hijos de Estela volvía de su Luna de Miel, decidió ir por la noche. En su casa se habían quedado Jonathan y sus hermanas Claudia (la mayor y mamá de las dos chiquitas que iban en el auto con la abuela Estela) y Mayra (26).

    “Tomé todas las precauciones, como siempre. Mi casa está en una equina y, cuando llego de noche, me paso y recién al ver que no hay nada raro, retrocedo y subo el auto”, explica con detalle Estela, y agrega que, como se había dejado la llave de su casa en el baúl del auto, decidió tocar la puerta para que le abrieran sus hijos.

    “Para mí, estaban escondidos, porque no los vi venir. Eran dos y los tenía atrás mío ni bien golpeé la puerta. Me apuntaban y me decían: ‘No grites que te hago pelota’”, relata Estela.

    Los ladrones le pedían las llaves de su casa, pero les dijo que no las tenía. Y entonces se quisieron llevar el auto. “Ahí me acordé que una de mis nietas estaba dormida en el asiento de atrás y les dije que no tenia la llave. Fue cuando los chicos abrieron la puerta de casa”, recuerda.

    Los tres hijos que no habían ido al festejo abrieron la puerta y fue Jonathan el que reaccionó. Cuando Estela se quiso dar cuenta los vecinos estaban en la puerta y había llegado la Policía, pero no la ambulancia.

    “Desesperada le pedí a los agentes que me ayuden a subirlo a mi auto y uno le pregunta al otro: ‘¿Hay guantes? Me ayudaron los vecinos”, se enoja Estela.

    Jonathan está internado en el hospital Santamarina de Monte Grande, un centro de salud en crisis que mañana se suma a un paro y cuyos empleados denuncian problemas de infraestructura y presupuesto. Las dos balas le dieron en la pierna izquierda y estará un buen tiempo alejado de las canchas, lo que más le gusta.

    “Si bien no le fracturó el fémur, le hizo como un agujero cerca de la cadera. Es la lesión más comprometida y le van a tener que poner una prótesis”. La pregunta que se hace Estela y su familia es cuándo lo van a operar. “En principio me dijeron que en tres semanas, pero hoy me llamó el director del hospital porque yo estuve denunciando el tema en los medios y me dijo que mañana me van a dar una fecha más precisa”.