Rosario: Mató a su novia, lo liberaron y volvió a caer por otro crimen

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Diario Clarín

Fuente Clarín

Gabriela Núñez tenía 16 años y una relación traumática con su pareja, un estudiante de Ciencias Económicas siete años mayor que ella. El joven amenazó con asesinarla porque ella quería dejarlo. Gabriela veía en esa advertencia algo serio. “Andrés me quiere matar”, escribió en un mensaje de texto desesperado que envió a una amiga. Minutos después recibió un balazo en la cabeza cuando salía de tomar clases en un instituto de inglés.

El caso conmovió a Rosario, en agosto de 2008. Dos años después Andrés Soza Bernard (31) fue condenado a 13 años de prisión. No existía en aquel momento la figura de femicidio, lo que hubiese agravado la pena. En octubre de 2015, los beneficios legales le permitieron gozar de la libertad condicional. Diez meses después, volvió a quedar involucrado en otro homicidio impactante: se lo acusa de ser instigador del asesinato de Fabricio Zulatto, un joven de 21 años que jugaba futsal en Newell’s.

Ese crimen, condimentado por la reincidencia y el beneficio de la libertad condicional de la que gozaba el acusado, se convirtió en uno de los disparadores de las multitudinarias marchas realizadas en la ciudad para reclamar seguridad.

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El cuerpo de Zulatto fue hallado el 11 de agosto, dos días después de haber desaparecido, en un pozo ciego de una casilla de la zona norte de Rosario. Tenía tres impactos de bala en la cabeza y lo habían cubierto con piedras. De acuerdo a la reconstrucción del fiscal que trabajó en el caso, Soza Bernard contrató a un sicario al que le ofreció 20 mil pesos. Nunca le pagó.

Un cartonero de 30 años fue detenido pocas horas después del homicidio, acusado de ser autor material. Según informaron fuentes del caso, el sospechoso estaba encargado de manejar un búnker de drogas en el mismo lugar donde se intentó ocultar el cuerpo de Zulatto. “Soza Bernard se dedicaba a la venta de drogas al menudeo. Fabricio y dos o tres de sus amigos se comunicaban telefónicamente, se acercaban a un lugar indicado y él les proveía estupefacientes a cambio de dinero. Es la única vinculación que había”, explicó el fiscal Adrián Spelta.

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Fuentes del caso aseguraron que un mes antes del asesinato, y tras una fuerte discusión, Soza Bernard le advirtió a los amigos de Zulatto que no quería verlo más. Luego les reveló otro dato escalofriante a través de un mensaje de texto que luego fue borrado: “Tengo ganas de pegarle un tiro”. Pensaron que sólo era una advertencia.

Los investigadores descartan que Zulatto participara de una “mexicaneada” con drogas. Los amigos de la víctima explicaron que Soza Bernard desconfiaba de él porque creía que quería robarle. Eso habría provocado la pelea. Sin embargo, la familia del joven descarta cualquier vinculación con el narctotráfico. “Sabemos cómo era Fabricio y no cierra cómo lo mataron”, aseguró Sol, su hermana.

El martes 9 de agosto, Zulatto salió de su casa y avisó que iba a comprar un cargador para su celular. El último llamado fue a su victimario. Según determinaron los investigadores, Soza Bernard lo llevó engañado al lugar en el que lo atacarían, le entregó al sicario un arma y luego la hizo desaparecer.

Luego, intentó terminar su trabajo dejando abandonado el auto de Zulatto, un Volkswagen Gol Trend, en una zona transitada de Rosario. Pero esa última maniobra le costó cara: las cámaras ubicadas en Suipacha al 700 lo captaron. Desde ese momento comenzó a ser buscado. Además, un arrepentido del caso –a quien le pidió que tape el pozo donde estaba el cadáver– y el autor material del crimen lo señalaron como instigador.

En los operativos que terminaron con la detención de Soza Bernard se encontraron drogas, chips de celulares y ropa manchada con sangre. Esas prendas están siendo peritada. Los resultados podrían demorar hasta dos meses. Ese estudio sería el último elemento para realizar la audiencia preliminar al juicio oral. Mientras, el acusado está detenido en el penal de Piñero, el mismo lugar en el que fue alojado después de matar a Gabriela.

En la audiencia imputativa negó estar involucrado en el homicidio. Dijo que llevó el auto de Zulatto donde lo captaron las cámaras porque prometieron darle drogas gratis. El juez rechazó esa versión. Le pareció un argumento “pueril e infantil”. Sus defensores intentaron mostrarlo como un joven alejado del negocio narco: plantearon que cursaba actualmente el 4º año de la carrera de contador en la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano (Ucel).

Al cartonero, sindicado como autor material, le imputaron homicidio agravado por promesa remuneratoria, por lo que podría ser condenado a reclusión perpetua.

El caso generó polémica en torno a la libertad condicional otorgada por la justicia. La ley contempla ese beneficio para los presos que cumplen dos tercios de la condena. Sin embargo, Soza Bernard salió 19 meses antes de ese plazo.

La clave estuvo en el régimen de estímulo educativo, que favorece a quienes estudian en la cárcel. Detrás de las rejas, y gracias a los programas de la Universidad Nacional de Rosario, realizó cursos de comercio exterior o despachante de aduana, entre otros. Según detalló el diario La Capital el joven colaboró con el armado de la biblioteca del penal y hasta llegó a tenerla a su cargo. Su conducta fue definida, en 15 de las 18 evaluaciones a las que fue sometido, como “ejemplar”