La familia Marcenac cree que pronto dejarán libre al “tirador de Belgrano”

1193

Desde aquella tarde el dolor es el mismo, cada día. Pero Adrián Marcenac miraba ayer la vereda de Cabildo al 1700, en Belgrano, donde diez años atrás fue asesinado de tres tiros su hijo Alfredo, de 18, y aún no logra entender cómo pudo haber ocurrido ese absurdo homicidio, en esa avenida. Tampoco puede comprender cómo nadie se había ocupado de investigar y hallar a quien ya había protagonizado otros tres ataques armados en la zona: Martín Ríos, ese vecino del barrio que, pese a las recomendaciones en contrario, había recibido permiso estatal para tener la pistola con la que desató la tragedia.

“Ríos tenía un arma legal. Tenía un permiso entregado por el Estado. ¿Cómo pudo este asesino tener un arma en forma legal? ¿Cómo pudo haber cometido el homicidio en un lugar tan concurrido? Hubo tres ataques anteriores que nadie investigó. Hace diez años todo ocurrió por la desidia del Estado, la misma que hay hoy para no cambiar nada y para que aún mueran en la Argentina nueve personas por día por el uso de armas de fuego”, afirmó ayer Marcenac, en dialogo con el diario La Naciòn, y a metros de donde murió su hijo por los disparos efectuados por el “tirador de Belgrano”, que fue absuelto por la Justicia, que lo consideró inimputable.

El mes pasado, la Cámara Federal de Casación confirmó la decisión del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N° 26, que había absuelto a Ríos en un segundo juicio y ordenado su alojamiento en el área neuropsiquiátrica del Complejo Penitenciario Federal I de Ezeiza al considerarlo “peligroso para sí y para terceros”.

“Después de diez años este asesino puede quedar libre de culpa y cargo. Diez años después siento un fuerte rechazo y repudio al sistema judicial argentino”, agregó Marcenac.

“Aquí hubo un Estado que no cuidó a Freddy antes de su muerte, porque consintió que un psicópata estuviera autorizado a tener un arma, y un Estado que no lo cuidó después, porque tampoco hizo justicia por mi hijo. La historia se va a repetir, el asesino volverá a matar, porque ante la injusticia el delito se vuelve una costumbre”, dijo Mónica Bouyssede, la madre de Alfredo.

Emocionada hasta las lágrimas, sostuvo: “Hay que hacer una diferencia. Una cuestión es la situación del sistema judicial, que es inservible, y otra es la lucha de las víctimas, que tenemos que hacer lo que no hacen las instituciones y los funcionarios a los que les pagamos”.

Bouyssede resaltó que en estos diez años, a pesar del dolor, nunca les ganó el odio. “Ni un solo día pretendimos que Ríos perdiera su derecho de defensa. Siempre estuvimos convencidos de buscar una sociedad más justa y pacífica”, agregó.

En el lugar donde cayó muerto el joven estudiante oriundo de Necochea estuvieron familiares y amigos de la familia y vecinos de Belgrano que se acercaron para rendir homenaje .

Dos jóvenes se encargaron de repartir volantes con imágenes del autor de los disparos en los que se podía leer: “La familia Ríos y nuestra justicia penal decidieron hacerlo pasar por un pobre loco, esquizofrénico e inimputable, que no comprendía lo que hacía. Ríos es un peligroso asesino que no puede estar libre. Como fue absuelto, en poco tiempo un médico y un juez le firmarán la salida y estará en las calles dispuesto a matar nuevamente”. Una de las imágenes de Ríos iba acompañada de la siguiente leyenda: “Éste es «el tirador de Belgrano». No olvide su cara. En poco tiempo estará libre”.

Como se dijo, Casación refrendó la absolución de Ríos por inimputabilidad. Los camaristas ponderaron los informes de los médicos forenses que examinaron a Ríos y consideraron que “no tuvo la mínima capacidad como para poder comprender lo disvalioso de su conducta” y que “tenía una comprensión psicótica de la realidad, lo cual lo llevó a actuar de la manera que lo hizo”.

La tarde del 6 de julio de 2006, Juan Pablo Arrete caminaba junto con sus amigos Alfredo Marcenac y Pablo Jagoe por la avenida Cabildo al 1700. Sonreían mientras hablaban de la vida y se contaban sus anécdotas de Necochea, donde se conocieron de niños, hasta que Ríos comenzó a disparar a mansalva.

“Primero pensé que eran petardos. De pronto vi que Freddy hacía movimientos extraños. Yo intenté cubrirme entre un árbol y una caja eléctrica. Me tiré boca abajo”, recordó al diario La Naci`n Arrete; diez años después, miraba el lugar donde se escondió para salvarse. Igual fue herido en el pie izquierdo.

Arrete, que hoy tiene 29 años, no olvida cómo se desesperó cuando vio a su amigo boca abajo y con mucha sangre alrededor. “Me acerqué y a los gritos pedí una ambulancia. Pablo también estaba herido”, contó.

Para él, Alfredo era “su hermano de la vida”. “El asesino disparó sin mediar palabra. El fallo de Casación volvió a matar a mi mejor amigo. No entiendo que diez años después no se haya hecho justicia. Está clarísimo que Ríos comprendía la gravedad de lo que acaba de hacer, porque escapó después de disparar.”

Los padres de Alfredo están volcados a iniciativas de promoción de la paz social. Mónica trabaja en programas educativos en escuelas de Necochea y Adrián integra la Red Argentina para el Desarme, que promueve la entrega de armas para su destrucción por parte de la población civil. “Creemos en la educación porque en los niños y en los adolescentes está el futuro de una sociedad pacífica”, afirmó la madre de Freddy.