“Los delincuentes no sirven, hay que ponerlos a todos en una bolsa y tirarlos a la basura”

1288

En la sala todo es gris. Cerraron las cortinas y el jurado mira los videos del mediodía del 13 de septiembre de 2016. En sus caras se refleja lo brutal de la escena. En la pared, un proyector muestra a Brian González (24) agonizando, aplastado por el auto del carnicero Daniel “Billy” Oyarzún, cuyo comercio de Zárate acaba de asaltar con un cómplice. Él lo golpea con algo parecido a un palo, le grita y la gente se acumula a su alrededor. Los padres del ladrón están en la sala y se ahogan en llanto, piden que paren, que lo saquen. En el asiento de los testigos está Paola, que mira como puede las últimas imágenes de su hermano.

Oyarzún se seca las lágrimas con un papel, como quien no se reconoce. La primera audiencia del juicio fue intensa: el jurado empezó a escuchar las dos versiones de una misma historia que, pase lo que pase ahora, ya destruyó a dos familias.

Los encargados de decidir cuál será el final son 12 vecinos de “Billy” y del ladrón. Después de que fueran seleccionados por las partes, la jueza Liliana Dalsaso les explicó a los jurados -con paciencia docente- los pasos a seguir en el juicio que terminará el jueves. Les pidió imparcialidad y les tomó juramento.

Cerca de las 13, entró a la sala de los tribunales de Campana la primera testigo: Paola González, la hermana de Brian. Ahí estuvo la primera sorpresa para el público: se identificó como policía de la Provincia de Buenos Aires. Habló de su familia y dijo: “Lo primero que quiero decir es que quiero que se haga justicia. Porque una vida vale mucho y no se compara con ningún bien material. Somos ocho hermanos que fuimos criados con mucho amor y mucho cuidado entre nosotros. Él no se merecía morir de esa manera. Brian no era un delincuente”.

“Mi hermano no tenía necesidad de robar. Él trabajaba con mi papá arreglando motores de lanchas y los fines de semana, como mozo. Brian estudiaba, vivía para su hijo, era una excelente persona”, lo describió Paola, entre quebrada y furiosa. Y aclaró ante las preguntas del abogado defensor de Oyarzún: “Mi papá nos mandó a todos a estudiar y a trabajar. Tuvo una bicicletería en la que trabajábamos todos. Una pizzería y el taller de motores. Siempre nos ayudó. Entiendo que mi hermano debería haberse detenido, que podría haber frenado la moto para que el que robó (su cómplice) se bajara. Pero conociéndolo, pienso que pudo haber tenido miedo de la situación”.

Con esas palabras Paola intentó explicar por qué cree que su hermano estaba con Marcos Alteño (24) cuando este último entró armado a la carnicería. Y por qué lo dejó subir a su moto, para que disparara cinco tiros contra el auto de Oyarzún mientras él lo ayudaba a escapar con los $ 5 mil que acababa de robarle. “Mi hermano no era un chorro, no sé por qué estaba con esa persona porque no lo conozco. Pero mi hermano no era ningún chorro”, insistió ante las repreguntas del abogado defensor del carnicero.

Después del testimonio de Paola, Oyarzún decidió declarar: “Estoy nervioso”, fue lo primero que dijo, temblando y vestido para la ocasión con su uniforme del frigorífico. Después inició un relato que hizo brotar las lágrimas de sus padres, de su mujer y de sus hermanos. Y hasta de quienes custodiaban la sala.

“Yo tenía un negocio, porque ahora no tengo nada. Ese día ya estaba con un problema porque había separado esa plata para pagarle al pollero pero todavía me faltaba para completar el pago de la carne, eran como $50 mil pesos. Como todos los días, voy a mi negocio a las 7 de la mañana. Bueno, iba, porque ahora ya no tengo nada”, empezó a relatar.

Su testimonio siguió y fue creciendo en angustia: “Ese día fui a buscar a mi hija a la escuela y volví a mi negocio. Mi señora sale y se encuentra con los dos delincuentes pero logra meterse a la casa. Un cliente entra atrás mío y me agacho a romper el cajón del pollo porque me pidió algo de ahí. Mi viejo nunca me enseño a robar. Estaba ahí y estos entraron a joderme la vida. Cuando me levanté ya me estaba apuntando. Tenía un arma, estaba nervioso, iba dispuesto a matar. Le dije a mi cuñada que le diera la plata. Ya la tenía pero igual tiró. Estoy vivo porque el disparo fue a la máquina de cortar la carne, sino yo estaría muerto”, detalló.

Después de eso siguió entre sollozos y gritos de angustia: “Ellos no salen a trabajar, salen a delinquir. Agarré un cuchillo y di un golpe, ahí tiró de nuevo contra el freezer y se fueron en la moto. Yo salí en el auto a buscar lo mío. Hoy tengo una muerte encima y no me la voy a poder sacar. Mi viejo me hizo las manos para trabajar, yo tendría que estar en mi trabajo, no acá. Los delincuentes no sirven, hay que ponerlos a todos en una bolsa y tirarlos a la basura. Si me condenan acá, me van a condenar con la frente en alto, como un trabajador y un padre de familia, nunca como un delincuente”.

Las hermanas de Brian González dejaron la sala a la mitad del testimonio del carnicero. No pudieron terminar de escucharlo. Oyarzún temblaba y no pudo seguir. Tanto que suspendieron la audiencias y recién responderá las preguntas de las partes este martes, durante la segunda jornada del juicio.

Se espera que este martes declaren peritos de la Científica, los primeros policías en llegar al lugar, una psicóloga y una psiquiatra que peritaron al acusado. Esperan poder aclarar si hubo o no emoción violenta en la reacción de Oyarzún ese mediodía de 2016.

Hasta el jueves, la Fiscalía intentará convencer al jurado de que Daniel Oyarzún actuó con exceso en legítima defensa. La querella insistirá con que se trató de un homicidio simple y que el carnicero tuvo intención de matar. La defensa -por su parte- dirá que es inocente. La decisión está en manos de vecinos comunes.