“Los engomaron (acción de cerrar los pabellones para que no salga nadie), cerraron los sapos (en la jerga carcelaria son los candados) y los dejaron morir”, contó ayer en la primera audiencia del juicio oral y público por la tragedia en el penal de Magdalena un ex compañero de pabellón de los 33 detenidos que murieron el 15 de octubre de 2005.
“Disculpen mi vocabulario -agregó-, hablo así porque hace 16 años que estoy detenido”.
Luego continuó con la parte más estremecedora de este caso que ocurrió en la Unidad 28 y ahora se ventila ante un tribunal platense: “Tardaron 10 minutos en romper los sapos y 30 en entrar porque había mucho fuego. Los bomberos llegaron a la hora. No tenían agua. Vi pilas de chicos muertos. Uno encima del otro. Nos hicieron entrar a los otros presos para levantar a los pibes. Todos eran ya cadáveres”.
“Pasaron ya 12 años, pero eso no me lo olvido más”, aseguró.
El testimonio es el de uno de los 44 detenidos en el pabellón 16, en el que murieron 33 de sus compañeros, asfixiados por el humo tóxico de los colchones que ardieron tras una revuelta y represión de los guardiacárceles, publica el diario El Día.
El testigo recordó el preciso momento del “engome”, con la colocación de los “sapos”, y dijo que podría recordar quiénes eran los guardias que estaban allí. El testigo declaró esto gracias al certero y ordenado interrogatorio de la fiscal de Juicio Florencia Budiño, quien con amplio dominio de los tiempos del debate le pidió al testigo que mirara en la sala para ver si estaba la persona que cerró los candados.
El preso miró para el sector donde estaban los 17 imputados, pero no pudo. “Sólo recuerdo que era morocho”, precisó. Luego dijo “me salvé por unos minutos. En la revuelta logré salir y luego vi cuando engomaron todo”. Y aclaró: “Nosotros no pudimos hacer nada porque nos tenían vigilados, porque tenían miedo de que nos escapemos”.
Por la mañana la parte acusadora, (Budiño y la fiscal Victoria Huergo), habían realizado los lineamientos previos al debate.
La fiscalía sostiene que en la noche del 15 de octubre de 2005, en el interior del pabellón 16 o módulo B de la Unidad Nº 28 se inició una pelea entre dos internos.
También, que “el secretario de la Unidad, el encargado de turno, la segunda jefa de la Guardia de Seguridad Exterior, todos con agentes a su cargo y personal de la División Canes, se dirigieron hacia el mencionado pabellón, portando algunos de ellos escopetas calibre 12/70, con munición antitumulto”.
“Una vez en el lugar, previo a dar la voz de alto y a efectuar al menos un disparo intimidatorio desde la reja que separa el sector de alojamiento de internos con la oficina de vigilancia, el encargado de turno dio la orden de ingreso al pabellón, distribuyéndose el personal antes mencionado en dos grupos, los que fueron avanzando, uno por el sector de las camas y el restante por el corredor principal, a la vez que –quienes iban armados- fueron efectuando reiterados disparos”, agregaron.
Las fiscales explicaron que “ante esta situación, algunos internos acataron la orden impartida, tirándose al piso en forma inmediata, oportunidad en la que comenzaron a ser llevados hacia el exterior del pabellón; mientras que otros se dirigieron hacia el fondo de aquél y frente al avance del personal interviniente – que había llegado prácticamente a pocos metros de la parte posterior del módulo y continuaba efectuando disparos -, iniciaron un foco ígneo en el sector de las últimas cama”, que “se propagó rápidamente en su interior, produciendo tres nuevos focos”.
“Ante ello los agentes penitenciarios se replegaron y cerraron al menos la puerta que divide el sector de la oficina de vigilancia – coloquialmente llamado matera – y el pasillo que conduce al patio de recreo”, se precisó en el lineamiento inicial del juicio.
También se explicó que “frente a la existencia del excesivo calor y humo que invadió el interior del pabellón, la mayoría de los internos se vio obligado a dirigirse hacia el frente de aquél, con la finalidad de salir por allí, y ante la imposibilidad de hacerlo, comenzaron a pedir auxilio a viva voz, sin que ninguno de los agentes presentes procediera a prestar la ayuda solicitada, pues no procedieron a la apertura – al menos – de la puerta de acceso”.
Para las fiscales, minutos después los guardias fueron hacia el sector trasero, abrieron las puertas de emergencia, por donde sólo logró salir con vida y mucho después un preso, ello debido a que el resto de los internos se había trasladado a la parte frontal del pabellón y por el intenso humo y calor no pudieron regresar hacia dicho sector. A los 10 minutos de la apertura de la puerta trasera y por el denso humo en el pabellón lindante, el número 15, los guardias abrieron las puertas de emergencia de este último módulo, procediendo a desalojarlo de sus ocupantes, a quienes intentaron reducir, propósito que no lograron puesto que ante la pasividad demostrada por los funcionarios y los reiterados pedidos de auxilio que provenían del pabellón 16, algunos de los internos fueron hacia el mismo a los fines de iniciar las tareas de rescate, mientras que otro grupo de internos se dirigió hacia los pabellones 17 y 18. A pesar de ese accionar 33 internos murieron” .