Cada vez más punguistas en los barrios ocupados por manteros

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Fuente Diario La Nación

En el cruce de las avenidas Corrientes y Pueyrredón, el calor de enero era agobiante. De repente dos jóvenes, que no superaban los 20 años, corrieron como rayos hacia la estación del subte y esquivaron a los manteros instalados en las veredas, al tiempo que se sacaban la remera y, debajo, tenían otra, pero de distinto color.

Dos hombres vestidos de camisa y corbata, los persiguieron desesperados para recuperar el celular que le arrebataron a uno de ellos, pero todo fue en vano: los ladrones desaparecieron. A cinco metros de esa esquina, a la sombra de una marquesina, dos policías federales estaban concentrados en las pantallas de sus celulares, como si lo que terminaba de ocurrir fuera algo habitual e incorregible en la zona, señaló el Diario La Nación.

Los manteros no sólo son un problema para los comerciantes. Ahora, debido a las veredas más estrechas y el tumulto de la gente, esas zonas se han convertido en un terreno fértil para los punguistas y mecheras, que pueden robar con mayor facilidad a los peatones.

“Si te quedás acá media hora vas a ver cómo les roban a las personas que caminan por las veredas, sin que se den cuenta”, dijo a LA NACION Mariano, de 32 años, empleado de un local sobre Corrientes al 2800, que no deja la puerta sin vigilar para evitar robos. También asegura que él vio a tres bandas que roban a diario; cada una tiene entre seis y siete miembros, pero en general roban en grupos de a dos.

En la zona de Once, sobre Pueyrredón, entre las avenidas Corrientes y Rivadavia, predominan los arrebatos en las veredas. Las pertenencias más codiciadas por los punguistas son teléfonos celulares, billeteras y cadenitas. Los comerciantes y manteros saben quiénes son los ladrones y cómo actúan.

En general buscan a su víctima y cuando la encuentran cerca de una estación de subte o un lugar con fácil escape, se acercan de a dos. Uno va por delante y le escupe, la víctima se distrae, y el que viene por detrás le saca sus pertenencias. Luego corren y se cambian la remera para evitar que los identifiquen.

“Yo los pude ver cuando se ponían una camiseta debajo de otra, y luego salían a robarle a una persona distraída en la calle”, contó Claudia, de 48 años, empleada en un local de ropa sobre avenida Pueyrredón.

En Flores también

“Hace dos sábados, al llegar al cruce de Avellaneda y Argerich, delante de mí, una mujer casi no me deja pasar y, al mismo tiempo, siento que por detrás me tironean la cartera, pero nunca la solté. Me di vuelta y grité. No pasó nada, pero un comerciante me dijo que eran mecheras que trabajan en pareja: una distrae y la otra roba”, dijo Silvia, de 57 años, vecina de Flores. Todos coinciden en que en la transitada zona comercial textil de Avellaneda y Nazca, predominan las mecheras, que se aprovechan de las aglomeraciones por la gran presencia de manteros.

Vecinos y comerciantes consultados por LA NACION en la zona concuerdan en que los sábados hay un auge de robos, porque es el día con mayor concurrencia. Mientras los manteros compiten deslealmente con los comerciantes de la zona, mecheras y punguistas se aprovechan de los transeúntes distraídos.

“Si hay manteros en la vereda, es más difícil agarrar a las mecheras pues se escabullen entre la gran cantidad de personas que caminan por allí. Los comerciantes ya las tienen identificadas; cuando vuelven a entrar tratan de sacarlas”, dijo Vicente Lourenzo, vicepresidente de la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires.

La mayoría de los comerciantes dicen haber identificado entre 15 y 20 grupos reducidos, de entre tres y cinco mujeres, que roban sobre la avenida Avellaneda; unas distraen a los vendedores con preguntas y las restantes se llevan la mercadería.

Según los vendedores consultados por LA NACION, la mayoría de las mecheras son peruanas. Vilma, de 60, mantera, dijo: “Hubo muchos casos de víctimas de robo que golpeaban a las mujeres que les robaban la mercadería, esperando que de esa manera se las devuelvan”. Ahora predominan las mecheras embarazadas o con bebés. “Aprovechan su condición para que los locales no las puedan echar, y en el caso de que llamen a la policía, tampoco pueden quedar demoradas por mucho tiempo”, continuó Vilma.

Empleados de los locales culpan a los manteros por contribuir a incrementar el robo a las personas que transitan la zona. “Los condicionan a amontonarse para evitar pisar la mercadería que tienen en la vereda”, dijo Sol, de 21 años, vendedora de un local de ropa. “Si les roban la billetera a los clientes, después no nos pueden comprar mercadería a nosotros”, continuó Sol.

Consultado por este diario, un vocero de la Policía Federal, fuerza con jurisdicción allí, dijo: “Hay un dispositivo de seguridad sobre ese sector para controlar esta difícil zona”.

Los comerciantes dicen que ven poco a la policía y, en la mayoría de los locales visitados por LA NACION, afirman que le pagan todos los viernes $ 100 a un “líder de cuadra”, que les provee seguridad. Según Matías, de 22 años, empleado de un comercio sobre Avellaneda, las mecheras siguen robando dentro de los locales: “Cada vez que nos roban salen corriendo y se llevan entre $ 2000 y $ 10.000 en mercadería”.

[su_box title=”Los ladrones también viajan y roban en la costa”]Capturas de pantalla pegadas en las vidrieras de locales. Carteles de advertencia. Todo sirve para identificar y exponer a algunos de los delincuentes que aprovechan el movimiento de temporada para sacar provecho.

En este caso, mecheras que hacen de las suyas en comercios, en particular los de venta de prendas. Con el apoyo de cámaras de seguridad se ha logrado advertir estos robos, cometidos en su mayoría por mujeres que se valen de bolsos o la propia indumentaria para esconder y llevarse mercadería.

Fuentes policiales confirman que la mayoría de las denuncias corresponden al microcentro, en particular comercios de las calles Rivadavia y la peatonal San Martín. Desde la Fiscalía de Flagrancia admiten la llegada de denuncias, aunque en menor cantidad que el último verano.

El fenómeno se incrementa en la temporada porque llegan mecheras y punguistas desde otros distritos, tentados por el gran movimiento de gente. La ONG Defendamos la Argentina acaba de advertir que al menos seis bandas, especialistas en este tipo de delito, acaban de recalar en la costa atlántica con tres focos principales: Mar del Plata, Pinamar y Gesell.[/su_box]