Condenan por un crimen al sicario preso por matar al jefe de “Los Monos”

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“Si el infierno existe, yo vivo en el infierno desde que me mataron a mi hijo. Quiero justicia, no venganza”. La frase fue pronunciada en marzo de 2014 por Norma Bustos, mamá de Lucas Espina (25), asesinado en un ataque que estaba dirigido a otro joven. La mujer insistía en que los culpables, reconocidos narcos de la zona sur de Rosario, pagaran por la muerte. Dos años y medio después, los hermanos Milton y José Damario fueron condenados a 16 y 17 años de prisión. Pero Bustos no pudo ver el final de su lucha: la mataron a balazos pocos meses después de su denuncia.

A Milton la sentencia le llegó mientras permanece detenido en la cárcel de Coronda, imputado por uno de los asesinatos más resonantes ocurridos en Rosario en los últimos años: está señalado como uno de los sicarios que en mayo de 2013 mató a Claudio “Pájaro” Cantero, líder de la poderosa banda “Los Monos”. Para los investigadores, fue el brazo que ejecutó una venganza planificada por otro grupo narco de la zona.

Meses antes de ese homicidio, Bustos enfrentó a los hermanos Damario. Fue una lucha que dio en soledad. Los testigos en la causa por la muerte de su hijo, acribillado con una ametralladora el 27 de enero de 2013, actuaron con “pavor”, generándose en el juicio un “estrepitoso silencio”, según concluyó el juez Gustavo Salvador.

Esos testigos sabían mejor que la Justicia lo que podía pasar. Y lo comprobaron meses más tarde, cuando Bustos fue acribillada mientras atendía el kiosco que funcionaba en el frente de su casa, en un crimen que aún está impune. “Era mi único hijo. Cuando me lo mataron me mataron a mí también. ¿Qué más me puede pasar?”, había declarado al diario La Capital pocos días después del homicidio de Lucas.

A Espina lo mataron cuando estaba en la esquina de su casa, tomando una cerveza con amigos en la vereda. Otros dos jóvenes terminaron heridos. Cuando estuvieron frente a los investigadores, dijeron que no podían reconocer a los agresores. Un cuarto resultó ileso y, aunque primero acusó a los Damario, después se desdijo. Finalmente volvió a señalarlos y debió ser incluido en el programa de protección a testigos.

En la investigación se determinó que Espina había tenido problemas con los condenados, quienes llegaron a balear su casa. Pero esa historia parecía cerrada. El ataque fatal tuvo otra motivación: los narcos buscaban a Joel Cybulski, con el que mantenían una vieja disputa. Lo acusaban de haber matado a “Monedita”, ladero de los Damario, y de haber atacado a balazos al propio Milton. “Donde nos cruzábamos nos agarrábamos a tiros”, reconoció Joel en su declaración. No lo encontraron a él y en un descontrolado ataque cayó Espina. Su madre murió pidiendo justicia. Veinte meses después, su ruego pareció ser escuchado.