La dura pelea de la mujer golpeada que mató a su marido de 185 puñaladas

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“Pido para que dejen de morir mujeres inocentes y para que los niñitos no se queden sin su mamá”. La frase es de Paola Córdoba (38), la mujer que está acusada, junto a su hija, de matar de 185 puñaladas a su marido, al que habían denunciado en reiteradas ocasiones por violencia de género. A un año del caso, ellas “siguen siendo rehenes de un sistema judicial”, sostuvo su abogado. “El fantasma continúa”, describió.

Las mujeres volvieron a vivir en la casa donde ocurrió todo, pero una vez por semana tienen que presentarse en la fiscalía que investiga el asesinato.

“Paola y Milagros (18) están muy mal anímicamente a pesar de que se encuentran en libertad”, describió Andrés López, defensor oficial de ambas mujeres. Tras el crimen ambas permanecieron detenidas más de 15 días, hasta que la Cámara de Apelaciones resolvió que continuara el proceso judicial pero con ellas fuera de prisión, publica el diario Perfil.

Paola y Milagros intentan reponerse de la situación que tuvieron que vivir, pero les cuesta rehacer sus vidas con una acusación por homicidio agravado sobre sus espaldas, que podría derivar en una condena a prisión perpetua.

“La persecución es terrible, sobre todo porque la fiscalía sigue para adelante con su acusación, sigue buscando pruebas que no sabemos cuáles serían porque ya no hay muchas más pruebas para encontrar. La situación es compleja porque los niños de Paola siguen sin contención psicológica por parte del Estado, a pesar de todo lo que vivieron. Ellas continúan imputadas y esperando a ver cuál será la resolución de la fiscalía, es decir, si va a elevar la causa a juicio o no. Siguen siendo rehenes de un sistema judicial que sigue victimizándolas, porque en definitiva son víctimas del sistema”, apuntó López.

A Paola y a Milagros les resulta difícil hablar de lo que pasó. Ellas tienen asistencia psicológica, que les proporcionó su abogado, pero continúan acusadas por el crimen de Alberto Naiaretti (64), por eso “el fantasma” de lo sucedido no las libera aunque ya no estén encerradas en un calabozo.

El letrado que las representa entiende que no podrán reiniciar sus vidas hasta que la Justicia resuelva si eleva la causa a juicio o finalmente considera que se defendieron y actuaron en el marco de años de violencia y vulnerabilidad. Por lo pronto, todos los miércoles deben presentarse en la fiscalía y cumplir con esa normativa para estar a derecho.

Por primera vez, Paola y Milagros participaron de la marcha por el Día Internacional de la Mujer y todo fue angustia para ellas. “Marchamos para pedir justicia para todas las mujeres que ya no están y por las que estamos”, dijo en un audio que su abogado le hizo llegar a Perfil.

“Yo especialmente lo hago por mi hija y mis tres hijos para que esto deje de pasar, y para que las personas que realmente nos tienen que ayudar hagan su trabajo y dejen de morir mujeres inocentes y tantos niñitos queden sin sus mamás”. La angustia de Paola se vislumbraba en cada una de sus palabras. No puede seguir hablando porque el llanto la invade. Abrazada a su abogado caminó por las calles porteñas para visibilizar su caso.

Hoy madre e hija están resguardadas en la misma casa de José C. Paz donde vivieron un calvario (ver aparte). Hacía más de veinte años que Paola convivía con Naiaretti, con quien tuvo cuatro hijos. Ella había realizado siete denuncias por maltrato y violencia intrafamiliar. Según el relato de la mujer, las víctimas eran tanto ella como sus hijos. El la obligaba a prostituirse, la maltrataba y golpeaba frente a los cuatro hijos, contaron en reiteradas ocasiones las hermanas de Paola, que se pusieron al frente de las campañas para que las excarcelaran.

El miércoles último se cumplió un año desde que Paola recuperó la libertad, Milagros había conseguido ese beneficio cuatro días antes, luego de que la Cámara de Apelaciones de San Martín considerara que tanto la imputada como su familia se encontraban “sometidas a una sistemática violencia de toda índole”. La fiscal del caso, Silvia González Bazzan, se había opuesto.

“Ha quedado evidenciado a mi entender que no solo la imputada se encontraba sometida a una sistemática violencia de toda índole por parte de su esposo, sino que todo el grupo familiar padecía la irascibilidad de la víctima de estos actuados”, explicó en su voto el juez Carlos Hermelo, de la Sala I de la Cámara de Apelaciones de San Martín.

Hoy Paola y Milagros siguen juntas y abrazadas como el día en que recuperaron la libertad, pero ahora esperando que la acusación concluya y la fiscalía no eleve la causa a juicio.