Monte Hermoso, el pueblo que se niega a vivir con un asesino

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Desde que Pablo Cuchán fijó como domicilio ante la Justicia la casa de sus padres en Monte Hermoso, el pueblo no para de repudiarlo. Algunas manifestaciones son ruidosas y explícitas, otras son silenciosas pero no menos directas. Todas tienen como denominador común el rechazo a convivir con alguien que fue condenado por un crimen horrendo, en un sitio tan pequeño donde todos se conocen. Ese sentimiento ya resonó en el Concejo Deliberante local y se transformó en una declaración de “persona no grata”, aprobada por unanimidad. Un consenso que se palpa también en las calles de un lugar que, aún, tiene llagas tan abiertas que nadie quiere hurgar en ellas.

Las manifestaciones contra la radicación en este pueblo balneario del condenado por el crimen de Luciana Moretti –adolescente a la que mató y quemó en una parrilla de su casa en otra ciudad, Ingeniero White– no se hicieron esperar, según publica el diario Clarín. Al día siguiente que logró la excarcelación tras más de 11 años de estar preso sin condena firme, ya había unas 200 personas frente a la casa donde se instaló, gritándole que se fuera. “No queremos un asesino acá”; “Andate, basura”; y “Monte no te quiere”, se podía leer en los carteles que dejaron en el frente de la propiedad. “Toda la vida tiene que estar adentro. ¿Cómo sueltan a un asesino de esta calaña? Es una bestia que mató y descuartizó a mi nieta”, exclamó allí Angela Salvatori, la abuela de Luciana.

De la movilización también participaron quienes cada día 23 marchan para pedir por el esclarecimiento del crimen de otra chica, Katherine Moscoso. “Monte Hermoso es un aguantadero y este es un caso más. La gente sucia de este pueblo se tiene que ir”, gritó aquel día Wanda Banegas, prima de la chica asesinada. “Vine hace un año a vivir a Monte. ¿Quién me puede asegurar que mi hija de 10 años va estar segura?”, se preguntó una joven madre, de las muchas que en los últimos años eligieron esta población ubicada a 100 kilómetros de Bahía Blanca.

Aquel escrache ruidoso tuvo continuidad en la decisión de decenas de comerciantes de cerrarle sus puertas a Cuchán. Algunos, como el dueño de una carnicería ubicada en Faro Recalada y Luzuriaga, a 8 cuadras del centro, lo hicieron con un cartel en la entrada. “No puedo prohibirle que viva acá, pero nadie me puede impedir a mí que no lo atienda y hacerle ver que no es uno más que viene a comprar”, justificó uno de los dueños. “La condena social es lo que nos queda. Y esa lo va a perseguir para siempre”, agregó el comerciante, que no comparte la idea del escrache, pero que está dispuesto a echarlo de su negocio si lo ve entrar.

Hasta ahora, a Cuchán solo se lo vio salir muy pocas veces de la casa, ubicada en uno de los sectores más nuevos y exclusivos del balneario. Una vez por mes, debe presentarse ante el Tribunal Criminal 1 de Bahía Blanca, que en 2006 lo condenó a 18 años de prisión por el homicidio de Luciana, ocurrido en octubre de 2004 en White. En la parrilla de su casa ardió durante varias horas el cadáver de la adolescente de 15 años, a la que este joven descuartizó y repartió en varias bolsas por diversos sitios de la localidad portuaria.

En entrevistas a medios locales, Cuchán no mostró signos de arrepentimiento y dijo que la gente que lo repudia en Monte Hermoso lo hace porque busca descargarse por el crimen de Katherine Moscoso. “Soy el asesino de Katherine que no tuvieron”, dijo al diario La Nueva. Casación redujo su pena a 17 años de prisión y el tribunal bahiense lo excarceló el pasado 19 de abril, después de tres rechazos.

El mismo día de su radicación en Monte, el intendente Marcos Fernández envió al Concejo Deliberante el proyecto para declararlo “persona no grata”, aprobado este martes. “Era el sentimiento del pueblo, que se expresó con claridad tras enterarse de que venía a vivir acá”, dijo el presidente del cuerpo, David Quintana. La resolución pide a los organismos de seguridad que prevengan “posibles desmanes o alteraciones del orden público” y se dirige a la Justicia para que considere el malestar de la población. “No tenemos el poder para que se vaya, pero esto pone en riesgo la paz social”, dijo el edil oficialista. Hay un solo antecedente de una declaración de ese tipo en Monte Hermoso: es de 1988 y fue dirigida al represor Alfredo Astiz, que fue a veranear allí.